Embarcarse en un crucero es una experiencia única. Dejarse llevar a lo largo y ancho de océanos, mares, ríos gigantescos e inacabables. Dormir mecido por el bamboleo de las olas y poder salir a pasear por la cubierta. El aire en la cara, el salitre en el viento y un horizonte azul que quita el aliento a cualquiera. Y eso si no hablamos de las cenas de gala, la barra libre, las fiestas, los espectáculos y las excursiones a lugares...